viernes, 6 de abril de 2012

Sobre el proceso de selección natural: Cajas municipales vs. empresas públicas


Por: Giancarlo TORRES TOLEDO[1]

Usualmente decimos que las empresas privadas que se rigen por mecanismos adecuados de incentivos en un marco legal propicio para garantizar las inversiones  (es decir donde no haya fallas de mercado o las haya poco) producirán mayores eficiencias que reportarán un mayor bienestar social, por lo que las empresas estatales deben desaparecer progresivamente ante su imposible adaptación a un escenario competitivo.

En realidad, este repetido estribillo, asumido como un dogma y repetido por todos sin un análisis crítico tiene mucho de cierto. Sin embargo, ello no implica que todo se pueda privatizar ni que haya medidas económicas factibles que contravengan las recetas del consenso de Washington sin  llevar a una catástrofe económica.

A continuación una muestra de ciertos autores que repiten (casi recitan) sin crítica alguna la necesidad de privatizar todo:

“Como sabemos las privatizaciones han empezado a invertir en campos que antes solo pertenecían a la esfera estatal, pero ¿a qué se debe esto? La respuesta, creemos, cae por su propio peso: la abrumadora incapacidad del Estado”.

(Continúa) “La palabra clave hoy es PRIVATIZACION, que esencialmente significa no la venta de empresas públicas, sino la devolución de actividades a la  iniciativa privada… no entendiendo a ésta –la privatización- como la perdida de nuestra autonomía en manos del sector privado, sino todo lo contrario, debemos entenderla como un retorno al protagonismo de la sociedad”[2]

La experiencia de las cajas municipales es nueva y bastante alentadora debido a una serie de beneficios comparativos: tienen reconocimiento de la SBS, te ofrecen un seguro en caso la Caja quiebre, son más rentables (una mayor tasa de interés), no cobran mantenimiento ni comisiones, etc.



Es en ese sentido que surge una pregunta válida: ¿cómo estas empresas del Estado resultan más eficientes que los mismos bancos? En el presente post nos arriesgamos a dar una explicación:

i)                    Las cajas municipales dependen de un solo accionista, el Alcalde Municipal, por lo que se centraliza las decisiones en una autoridad, limitándose así la posibilidad de politización. Por otro lado, en las empresas públicas hay varios alcaldes como miembros de Directorio, por lo que los criterios técnicos son sustituidos por la discusión política intrascendente e indiferente a los intereses públicos que en teoría defienden.
ii)                  Mientras que en las empresas públicas no hay castigos o medidas sancionatorias por una mala gestión, en las cajas municipales hay el más importante de los incentivos: el riesgo de quiebra.  Esto significa que en caso la gestión sea negligente e irresponsable la caja municipal desaparecerá producto de la ley selección natural.
iii)                La gestión en las cajas municipales es más profesional. Este punto es clave pues es el principal problema en las empresas estatales.

Si bien cierto que “las prescripciones sobre el régimen económico de la Constitución deben señalar claras limitaciones al accionar del Estado  en temas económicos”[3], ello no es óbice para reconocer que algunas formas de actuación directa del Estado puedan ser eficientes y exitosas siempre que se pongan metas claras y un mecanismo de incentivos que mejore la gestión.


[1] Alumno de 6º año de Derecho en la Universidad San Marcos. Miembro del Taller de Derecho Administrativo Eduardo Laferriere (TADAEL) de la UNMSM. El presente ensayo se basa en las ideas vertidas por el Prof. Juan de la Cruz en el Curso de Organización Industrial en el XVI Curso de Extensión Universitaria de OSIPTEL (2012).
[2] BENAVENTE TEXEIRA, Juan Carlos y LOREDO ROMERO, Álvaro. “Monopolios Naturales y la Regulación de Servicios Públicos Domiciliarios”. En: Revista Peruana de Derecho de la Empresa. Lima, p. 248.
[3] GUZMAN NAPURÍ, Christian. “Introducción Bustamante Caballero”. Bustamante Caballero. 1º edición. Lima, 2009., p. 23.

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